Columna publicada en diario electrónico El Mostrador el 03 de Septiembre de 2014 http://www.elmostrador.cl/opinion/2014/09/03/sociedad-en-riesgo-y-la-reunion-del-ministro-arenas/
Han
pasado ya más de dos décadas desde que el sociólogo Alemán Ulrich Beck
escribiera su célebre libro “Sociedad en Riesgo”, proponiendo la existencia de
una mayor exposición al riesgo por parte de una sociedad moderna, como consecuencia de la globalización de la
economía, revolución tecnológica, cambio climático y desastres naturales por
nombrar algunos.
De
esta menara, si bien siempre supimos el progreso traía una serie de efectos
negativos, los efectos colaterales de la tecnología solían ser más tangibles y
notorios de lo que son hoy (el peligro de meter los dedos al enchufe vs. los
potenciales riesgos de consumir alimentos transgénicos). Es así como en muchos
casos, considerando que estos nuevos riesgos son el resultado de un complejo
proceso de efectos en cadena, sus causas e impactos no pueden ser determinados con
la suficiente precisión.
En
este escenario de gran incertidumbre, los gobiernos intentan con mucha dificultad,
entregar señales de seguridad frente a posibles eventos que pudiesen impactar a
la comunidad, proclamando haber cumplido con todas las políticas disponibles
para hacerles frente. Esta obligación de contribuir a generar mayor certidumbre,
tiene que ver a su vez, con un ambiente
de permanente ansiedad, martirizados con la ocurrencia de hechos que
identificamos como riesgosos-cuando en muchos casos- si aplicáramos cierta
racionalidad - no serían más que eventos bastante poco probables. Riesgos
altamente conocidos que enfrentamos todos los días, relacionados con conductas peligrosas
al conducir o altas y mortales dosis de tabaco y alcohol, nos preocupan menos
que las decisiones sobre viajar al extranjero o la posibilidad de ser víctima
de un acto de terrorismo en el metro. De esta manera, las limitaciones del ser
humano, referidas a su capacidad de procesar información, confiado mucho más en
la intuición que en el cálculo de probabilidades, sumado a dinámicas sociales
que amplifican la incertidumbre, nos sitúa en una sociedad en permanente
riesgo.
En
este contexto, la pregunta central tiene que ver con quienes y como se decide
finalmente que cuenta como riesgo y que no, cuáles son sus causas y cuáles son sus
posibles costos. Esto nos lleva a reflexionar a su vez sobre quién es
responsable por los posibles daños al materializarse un riesgo y que actores se
benefician de este proceso. Las autoridades gubernamentales declaran
responsabilidad sobre la regulación general, señalando que la ocurrencia de
ciertos hechos- como puede ser una desaceleración económica- excede sus
competencias, apuntando el dedo entonces a los efectos perversos de los ciclos económicos
internacionales. Los agentes empresariales por otra parte, dicen que ellos solo
responden a la demanda de consumo y señales del mercado, tomando decisiones
frente a la (in) estabilidad del entorno, no responsabilizándose por los efectos
que esas decisiones generen en el desempeño general de la economía. La sociedad
en riesgo se trasforma así, en un laboratorio en el cual nadie se hace cargo de
los de los efectos del experimento.
Pero
lo que la Ciencia ha descubierto recientemente, la política y el “mercado” han
entendido siempre; el miedo es un gran movilizador de voluntades. Provistos de
medias verdades, empresarios y políticos inescrupulosos, son capaces de manipular
los juicios de otros de acuerdo a sus intereses. El riesgo en este sentido, no
se reduce a una cuestión objetiva donde es posible calcular la probabilidad de ocurrencia
multiplicada por la intensidad del potencial daño, sino más bien a un fenómeno
socialmente construido. De esta manera, el riego y su determinación, sería un
nuevo elemento de inequidad de la sociedad moderna, donde su definición permite
que actores poderosos minimicen los riesgos para sí y maximicen los riesgos
para otros. La “manufacturación” del riesgo entonces, se constituye como un
juego de poder, en que son unos pocos quienes definen y construyen el riesgo
para el resto de la sociedad. La distinción entre riesgos “reales” y riesgos
“ficticios” producto de la histeria colectiva o sobrerreacción de algún conocido
empresario o político ya no es tal. Cuando el riesgo es percibido por la
sociedad, puede causar enormes pérdidas, pero también beneficios. Quienes
conocen este juego, lo juegan sin reservas.
Son
entendibles entonces los esfuerzos de nuestra autoridad económica, en cuanto a
entregar señales de certidumbre y tranquilidad a los Gremios Empresariales, aun
cuando fueron estos mismos actores privados, en una lógica de profecía auto
cumplida, quienes pronosticaban efectos nefastos para el desempeño económico a
partir las reformas que pretendía llevar a cabo el Gobierno. Pareciera ser
parte, de las reglas del juego de la sociedad en riesgo.