Columna publicada para el Centro Democracia y Comunidad http://www.cdc.cl/
Tanto la teoría económica, como la evidencia empírica muestran que los países de ingresos medios como Chile, han logrado el anhelado desarrollo apostando fuertemente por la innovación. Lo anterior se funda en el principio que los países alcanzan el desarrollo aumentando la tasa de crecimiento de la productividad total de sus factores (PTF), aspecto en el cual la innovación seria una variable critica. Nuestro país cuenta con una Estrategia Nacional de Innovación, plan maestro de las políticas públicas en esta materia. Entendiendo que el desafío de la innovación es una tarea de largo plazo, los avances en este ámbito sin embargo son todavía insuficientes.
Al mirar los resultados de la última encuesta de innovación que realiza periódicamente el Gobierno, observamos que Chile sigue contando con un bajo nivel de gasto en inversión en I+D como porcentaje del PIB, siendo del orden del 0,4% en el 2008, cuando el promedio de los países de la OECD es de 2,3% del PIB. De ese porcentaje, el sector empresas financia solo un 43,7% del gasto en I+D. Por otra parte, un ámbito a destacar se refiere a la baja cooperación en innovación empresarial que existe entre Empresas y Universidades en Chile, el cual es de solo 5,0%.
Nuestra estrategia nacional de innovación y las agencias que la implementan, se han hecho cargo de este fenómeno, definiendo el fortalecimiento de la asociatividad empresa-universidad como factor esencial de transferencia tecnológica, el cual se materializa a través de distintos programas que debiesen estimular esta integración (creación de institutos, parques tecnológicos e incubadoras, fortalecimiento de mecanismos de financiamiento, etc.).
Mi experiencia como investigador en una Universidad del primer mundo sin embargo, donde esa aspiración de asociatividad universitario-empresarial se ha hace carne, me hace pensar que la dificultad de llenar los grandes espacios que separan a la investigación académica de la práctica organizacional, se expliquen también en cuanto a paradigmas y visiones distintas. Bajo esa perspectiva, el deseado objetivo de generar un ‘ecosistema para la innovación empresarial’, sería no solo una cuestión de incentivos económicos, sino también cultural.
Siendo un recién llegado al sector académico, he percibido esa tensión evidente y documentada entre el mundo de la ciencia y el de las organizaciones, el llamado “mundo real”. De esta forma, un enfoque clásico es el que describe a la academia y su cultura como “una entidad que desprecia el objetivo de contribuir en cuestiones prácticas o respuestas requeridas por el sector empresarial, prefiriendo fijar su aporte en aspectos fundamentales”. En esta perspectiva, el “practicante”, desconfía también de las recetas y propuestas del “científico”, descansando mucho más en su propia experiencia. Este conflicto sobre dos tipos de conocimientos que observamos claramente en nuestro país y que no responde a la realidad de una sociedad del conocimiento, uno aplicado a situaciones practicas y otro sobre nuevas ideas y procesos que puedan ser potencialmente posibles, es por supuesto nocivo para la innovación, así como al revés, condición necesaria cuando se resuelve.
Como caso de estudio menciono a la Universidad de Twente, Universidad Tecnológica al Este de Holanda que hoy me acoge , la cual se fijo a principios de los 80’ ser una Universidad emprendedora, poniendo su foco en generar conocimiento científico (Nanotecnología, Biotecnología, Ingeniería Mecánica y Gestión) con un sentido práctico. De esta forma, a partir de una iniciativa de esta casa de estudio, se formo un centro de interfase compuesto por las empresas de la región, el Gobierno Regional (Provincia) y la Universidad, llamado Kennispark Twente (Business Park). Durante su funcionamiento, este proyecto ha originado 700 empresas con un índice de supervivencia de 5 anos (mas del 70% de las empresas creadas), generando mas de 10.000 puestos de trabajo.
Para consolidar esta integración del concomimiento practico y científico a mi juicio, se requiere no solo de financiamiento público y/o privado que la incentive. Es por una parte una decisión estratégica y filosófica de la institucionalidad académica, una valoración por las ideas del mundo de las organizaciones como atractivas y validas. Es producto también en mi opinión, de la convicción del líder empresarial en cuanto a que la supervivencia y crecimiento organizacional supone también reflexión, el contrastar su experiencia emprendedora con la teoría.
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