Columna publicada en el diario Estrategia el 5/10/2012 en http://www.estrategia.cl/detalle_columnista.php?cod=7009
Hace pocos días se hizo publico el nuevo reporte sobre competitividad global elaborado por el Foro Económico Mundial. Si bien la posición de Chile en este ranking nos permite mantener el liderazgo a nivel latinoamericano, nuestro país cae dos puestos. Señalado por el propio organismo, para poder incrementar nuestro potencial de competitividad, Chile debiese enfrentar una serie desafíos, tales como mejorar la calidad de nuestro sistema educacional, uso intensivo de tecnologías de información, así como fortalecer nuestro sistema de innovación e investigación.
Muchas autoridades y algunos agentes económicos, intentan quitarle dramatismo a esta noticia, argumentando que nuestra economía crece y genera empleos como hace rato no lo hacia, indicadores que reflejarían su buena salud y que nos auspiciarían además un futuro esplendor. El problema es que nuestro estancamiento competitivo, confirma a mi juicio, lo que vienen sosteniendo diversos estudiosos del desarrollo; que si bien Chile debe su éxito económico a una mejora en los términos de intercambio, con exportaciones de grandes volúmenes de recursos naturales, existe en el largo plazo, muy poco espacio para que el país siga siendo competitivo a través de nuestra limitada y poco sofisticada cartera de productos.
Ricardo Hausmann, Director del Centro para el Desarrollo Internacional de Harvard, quien participo como expositor en el Foro Anual de Asimet el mes pasado, provoco cierto “escozor” en la audiencia criolla, al plantear la necesidad de avanzar en políticas industriales, es decir, la participación directa del Estado en la creación de sectores que puedan ser el motor de nuestro desarrollo en una sociedad del conocimiento. Es así como provistos de la evidencia comparada, investigadores como Hausmann, pregonan la urgencia que nuestro país cambie su “modelo”, abandonando la neutralidad dogmática en el diseño de políticas publicas, por una real coordinación publico-privado, una estrategia de desarrollo donde el Estado no sea visto como un problema, sino como fuente de solución a los desafíos del desarrollo económico.
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